Queriendo intensificar más la actividad apostólica del Pueblo de Dios, el Santo Concilio se dirige
solícitamente a los cristianos seglares, cuyo papel propio y enteramente necesario en la misión de la Iglesia ya
ha mencionado en otros lugares. Porque el apostolado de los laicos, que surge de su misma vocación cristiana nunca puede faltar en la Iglesia.
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