Estas páginas, dirigidas a todos los jóvenes de cuerpo y espíritu, están escritas con mucha ilusión. Porque los jóvenes son la esperanza del mundo y de la Iglesia. Pero “cuando la juventud se enfría, el mundo entero empieza a tiritar”, como diría Bernanos. Por eso, deseo que su vida sea una vida en plenitud, que la vivan con seriedad y responsabilidad, con profundidad y alegría, poniendo de su parte lo mejor de sí mismos y teniendo en cuenta que no hay nada grande sin esfuerzo y sin sacrificio.
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