salvado, aún contra mi propia voluntad. Gracias, Padre mío, por
Tu inmensa paciencia que me ha esperado. Gracias, Dios mío, por
Tu inconmensurable compasión que tuvo piedad de mí. La única
recompensa que puedo darte en retribución de todo lo que me has
dado es mi debilidad, mi dolor y mi miseria.
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